domingo, 5 de febrero de 2017

La estación de tren.

Era una vieja estación de tren, una estación bastante particular, ya que todos los trenes que llegaban siempre partían a sitios distintos. Allí se encontraron ellos... entre el bullicio de la gente con sus idas y venidas, golpeteo de tacones de zapatos, megafonía, sonido de motores, trasiego en los propios comercios de la estación y sobre todo un sonido incesante de la gran actividad de las tazas y platos de la cafetería. 
Allí estaba él, con aire desaliñado, zapatos desgastados por el uso de muchos y desconocidos kilómetros, una vieja mochila aparentemente medio vacía y cierto aire misterioso, pasaba entre la gente sin que se percataran de su presencia. Fue a sentarse a un banco a esperar su turno de partida.
Allí estaba ella, caminando de forma briosa, zapatos nuevos, combinando ropa y colores bien enconjuntados, en sus desplazamientos por la estación agrupaba las miradas a su paso de aquellos que jugaban con la mente vacía para contar el movimiento de su contoneo. Fue a sentarse a un banco a esperar su turno de partida.

El reparto de espacio en la estación quiso que se encontraran en bancos opuestos uno enfrente del otro. En un momento en el que ambos estaban ocupados y entretenidos en sus pensamientos, se despistaron, y sin querer desviaron sus miradas llegando a un cruce entre si. Se miraron, y no dejaban de verse... pasaron milésimas de segundo de cierta tensión, cuando en un acto casi reflejo ella sonrió, él intentó desviar su mirada, cosa que no consiguió con su pensamiento. Pasaron segundos, minutos... es posible que horas... el tiempo estaba empezando a ser relativo para ellos, ya que durante ese tiempo hubo juego de miradas entre ambos. En algún momento del juego él tuvo el empuje suficiente para levantarse y presentarse ante ella. Se conocieron, y empezaron a pasar tiempo juntos, y sin quererlo las horas en la estación del tren se hacían minutos. Él, un viajero incansable, le enseñó a ella los recónditos y peculiares lugares de las estaciones y sus secretos, contándole misterios y aventuras. Ella, la dulzura hecha en persona, le contaba sus experiencias y travesuras, aportando la alegría y la sonrisa con risa fácil. 

La combinación dio lugar a momentos especiales... momentos en los que ambos aprendieron, ambos disfrutaron, momentos en los que ambos se sentían únicos... pero... como era de prever ... dentro de la estación también se encontraban más personas que llamaban la atención de ella. Le ofrecían de todo a su paso, le decían todo lo que ella quería oír, aunque eso ella ya... si... ya lo conocía muy bien. Atraída por la barahúnda, poco a poco su atención era conseguida por aquellos que querían atraer su persona hacia sí... al final lentamente lo consiguieron... ella sin darse cuenta, y casi sin querer soltó un "-Ahora vengo-" a él para que esperara, y él se quedó sentado en el banco de la estación donde seguía esperando a su tren.

Mientras tanto a ella le empezaron a llover ofertas ociosas, de diversión, vicio y lujuria que le conducían a la cafetería. Atraída por el escándalo y el movimiento fue aceptando cada una de las ofertas, hasta llegar un momento en el que no se veía el final, una fiesta sin fin en el que todos sus protagonistas parecían estar en un punto de felicidad del que no había retorno. Se divertía... se divertían... ella... con ella... pasaba de mano en mano siendo todo un juego... hasta que se dio cuenta de una cosa, de un detalle. Si, se divertía, pero faltaba algo... y se acordó... se acordó de él. En ese momento decidió soltar la mano de los que la tenían agarrada y decidió salir a buscar. Buscó y buscó, pero a esa persona no halló, y justo en el banco donde se sentó al principio, ella encontró una nota que él escribió: 

"Me encantó conocerte, eres especial, no lo desaproveches. Me hubiera gustado poder pasar más tiempo juntos, pero mi tren ha llegado y me tengo que ir. Un fuerte abrazo. 
Firmado: Él"

Ella, con el corazón incierto de no saber demasiado bien lo que pasaba y ciertas lágrimas en los ojos, quiso volver al jolgorio para realizar un intento de olvido de lo vivido, pero cuando llegó se encontró con una situación totalmente distinta a la que ella recordaba... parte de los que estaban antes y por los que pasó de mano en mano, ya no se encontraban, y la otra parte, por la que también pasó, estaba poco a poco levantándose sin fuerzas y con olores fuertes y desagradables que provenían de sus entrañas, con sus vestimentas sucias, desaliñadas, totalmente descuidados, con aire de desaliento y tristeza, empezaron a volver a sus rutinas pidiendo limosna en la estación de tren para poder tener otra noche de "felicidad sin retorno".

Ella... triste y alicaída, con aspecto semejante a los que le rodeaban... de todas las opciones que tenía para escoger lo que escribiría su futuro y así su historia, decidió....



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